sábado, 15 de septiembre de 2012

Amigas.

Te dedico devotamente todas las horas que no duermo, cada vista al reloj, cada que ya pasó una hora y otra. He podido clasificar el territorio de la luna, noches que se van en un parpadeo, noches que enmudecen, noches cerradas, noches que no se quieren acabar, noches sin ti, tiempo que se consume de manera tan lenta que me lastima la garganta como tragos de algo ardiente. Antes la noche no estaba en mi plan tan sólo la dormía, ahora la vivo, pasa junto a mí, ya es mi amiga. A veces se me olvida respirar, lo noto cuando me es imposible seguir sin reclamar un suspiro, de esos que duelen entre la garganta y el corazón.
¿Dormir? Hace mucho que dejó de estar incluido en mi rutina, ahora escribo, veo cómo cadenas de palabras se van formando, tomando su lugar en la pantalla y que tan sólo pueden describir una insignificante parte y de mala manera, cuánto te extraño.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Me has hecho más falta que el alimento, hago el inventario del momento de cuerpo que me diste, de los llantos que no han sido suficientes, de los besos que tampoco, espacio yermo es el vacío que me dejas de recuerdo.¿Hasta cuándo?

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Soledad.

Cada mañana de esos 2 años, se levantó como siempre, eligió cuidadosamente su atuendo, como siempre la ropa interior no combinaba entre sí, pero alguna de las 2 prendas lo hacía perfectamente con el exterior, ya sea por contraste o por petenecer a la misma gama de color, se le notaban los conocimientos sobre el tema, se miraba al espejo y repelía su reflejo. Como cada mañana de esos 2 años bajó las escaleras del metro, se confundía con ríos de gente que marchaba en el caos de un día laboral, el barullo de los vendedores, alguno que otro llanto casi apagado de un bebé que de milagro no moría de sofoco. Como siempre el andén se iba vaciando y ella tomaba su lugar, en la entrada del túnel del tren, peligrosamente cerca de la orilla, la línea amarilla de advertencia le pasaba desapercibida... pasaba la punta del zapato por el filo, a veces en tenis, a veces en tacones, a veces en chanclas de hule. A veces los conductores le encontraban la mirada y adivinaban en sus ojos las intenciones. ¿Cuántas veces al día se toparían con ojos como los de ella? Unos días gritaba a toda la potencia que le permitía su cansada garganta, los gritos eran ahogados por el ruido del tren llegando, nadie la notaba, nadie la veía... Uno, dos, veintisiete dragones naranja pasaban, vomitaban y absorbían gente, cada que se desaparecía en el túnel lo único que podía pensar "otra vez no me aventé" y ya pasadas las 11:00 am se daba la vuelta vencida y volvía en sus pasos de camino regreso a su soledad. Escrito anoche inspirado en conversaciones que nunca tuve por la tarde...