miércoles, 12 de septiembre de 2012

Soledad.

Cada mañana de esos 2 años, se levantó como siempre, eligió cuidadosamente su atuendo, como siempre la ropa interior no combinaba entre sí, pero alguna de las 2 prendas lo hacía perfectamente con el exterior, ya sea por contraste o por petenecer a la misma gama de color, se le notaban los conocimientos sobre el tema, se miraba al espejo y repelía su reflejo. Como cada mañana de esos 2 años bajó las escaleras del metro, se confundía con ríos de gente que marchaba en el caos de un día laboral, el barullo de los vendedores, alguno que otro llanto casi apagado de un bebé que de milagro no moría de sofoco. Como siempre el andén se iba vaciando y ella tomaba su lugar, en la entrada del túnel del tren, peligrosamente cerca de la orilla, la línea amarilla de advertencia le pasaba desapercibida... pasaba la punta del zapato por el filo, a veces en tenis, a veces en tacones, a veces en chanclas de hule. A veces los conductores le encontraban la mirada y adivinaban en sus ojos las intenciones. ¿Cuántas veces al día se toparían con ojos como los de ella? Unos días gritaba a toda la potencia que le permitía su cansada garganta, los gritos eran ahogados por el ruido del tren llegando, nadie la notaba, nadie la veía... Uno, dos, veintisiete dragones naranja pasaban, vomitaban y absorbían gente, cada que se desaparecía en el túnel lo único que podía pensar "otra vez no me aventé" y ya pasadas las 11:00 am se daba la vuelta vencida y volvía en sus pasos de camino regreso a su soledad. Escrito anoche inspirado en conversaciones que nunca tuve por la tarde...

No hay comentarios:

Publicar un comentario